Conjuntos Históricos
El Casco Histórico de Villasana cuenta con expediente de declaración de BIC con la categoría de Conjunto Histórico desde 1983. Se corresponde con la antigua villa medieval de Villasana, conformada por un entramado de tres calles longitudinales y callejas transversales que articulan este antiguo espacio urbano. Descarga el Folleto informativo Casco Histórico
La oficina de turismo realiza visitas guiadas gratuitas al casco histórico de Villasana. Para más información Tlf: 947 141 341
Otras tramas urbanas de origen medieval
Irús, Arceo, Concejero, Vallejo, Caniego, Vivanco o Lezana, entre otras.
La casa cúbica menesa
Es la casa típica del Valle de Mena, y su tipología se define en la segunda mitad del s. XVIII. En el exterior, la fachada principal presenta nueve vanos, repartidos por los tres cuerpos que componen el edificio, a saber, planta baja, primera planta y desván. En el interior, la casa conjuga la residencia familiar con la vivienda animal y el almacenamiento de los frutos del campo, destinándose la primera planta o piso noble a la familia, con todas las estancias necesarias para el desenvolvimiento de la vida cotidiana: habitación principal, alcobas, cocina y recocina; la planta baja albergaba la bodega y la cuadra para los animales, y el desván se utilizaba para almacenar los productos del campo. Estas sólidas construcciones, levantadas en piedra y con tejado a cuatro aguas, se hallan presentes en la totalidad de los pueblos meneses.
Casonas indianas
Existen en el valle magníficos ejemplares de esta arquitectura residencial vinculada a los indianos, meneses que por necesidad emigraron al Nuevo Mundo en busca de fortuna, y que regresaron a su tierra natal enriquecidos gracias al éxito obtenido con el negocio de los ingenios del azúcar, el cultivo del café o la plantación de tabaco en las Antillas y otros territorios de América del Sur. La familia de origen indiano más importante es la de los Gómez- Mena, oriundos de Cadagua, pequeña localidad donde se conserva el palacete, hoy reconvertido en Posada Rural, que esta familia construyó entre finales del s. XIX- comienzos del XX.
Arqueología industrial: ferrerías y centrales eléctricas.
Entre la segunda mitad del s. XVIII y la primera del XIX, el valle es testigo de la construcción de nueve ferrerías que se instalan a lo largo del cauce del río más caudaloso de este territorio: el Cadagua. Estas protoindustrias fundían el mineral de hierro procedente de Somorrostro (Vizcaya) mediante la combustión del carbón vegetal que obtenían de los Montes de Ordunte, Sierra de La Costera y Montes de La Peña. El resultado final, era la obtención de barras de hierro que abastecían un mercado eminentemente agrícola, que empleaba el hierro para la construcción y reparación de los aperos.
A mediados del s. XIX, se produce la crisis de estas fabricas de fierro a causa de la irrupción en el mercado de los productos procedentes de los altos hornos ingleses y belgas, con una producción superior y más competitiva, y de la desviación de los capitales que hasta entonces habían sustentado estas industrias afincadas en Mena, hacia negocios más seguros localizados en los centros urbanos de Madrid o Bilbao.
A principios del s. XX, el valle es el escenario de otra experiencia de carácter industrial, esta vez relacionada con la producción de energía eléctrica. En 1900, tiene lugar la implantación de tres centrales hidroeléctricas en Maltrana, Nava y Ahedillo, que aprovechaban la energía hidráulica del río Cadagua para su transformación en energía eléctrica que abastecía el mercado industrial vizcaíno. En el transcurso de la primera década del s. XX, a esas tres primeras centrales nacidas de la mano de la iniciativa empresarial Electra Menesa, se sumarán dos más, las de Villasana y Villasuso, pertenecientes a la Sociedad Industrial Menesa y emplazadas también en el cauce del Cadagua. La producción de estas últimas se orientaba, sin embargo, al abastecimiento del mercado local.
De todas ellas, la única que en la actualidad se mantiene activa es la de Nava, cuyo titular es Hidroeléctrica del Cadagua.
Otras construcciones tradicionales
En todos y cada uno de los pueblos que conforman el Valle de Mena, podemos contemplar numerosas construcciones tradicionales como molinos, fuentes, abrevaderos, lavaderos o potros, relacionadas con la economía tradicional imperante en nuestro territorio hasta la primera mitad del s. XX. Son pues testimonios de una verdadera civilización campesina, fundamentada en el comunitarismo y en la necesaria solidaridad impuesta por la precariedad de los tiempos, tiempos difíciles en los que el cultivo de cereal panificable y el pastoreo extensivo al que se sometían las diferentes especies animales que constituían la cabaña familiar, no resultaban suficientes para asegurar la subsistencia de una población en crecimiento, de ahí la aparición de oficios y actividades complementarias como la arriería, la trajinería o el carboneo. Junto con otro tipo de construcciones tradicionales como boleras y frontones, se convierten en manifestaciones mudas de una cultura popular inherente a la vida campesina, y nos permiten comprender la evolución del paisaje y la economía de este territorio a lo largo de los siglos, desde la más temprana Edad Media hasta la primera mitad del s. XX.
Folleto informativo Molino Vallejo
Por otra parte, en las inmediaciones de Angulo y Cadagua, existen otros vestigios que, aunque desde el punto de vista administrativo no se encuentren ubicados en territorio menés, desde la perspectiva etnográfica forman parte del modo de vida de nuestros antepasados en tanto en cuanto, en su construcción, mantenimiento y utilización participaban numerosos pueblos tanto de Losa como de Mena. Hablamos de las loberas de San Miguel y Castrobarto, enormes trampas para cazar lobos, emplazadas en pleno monte, en lugares de paso utilizados por estos animales.